Nos sentimos solidarios y responsables al quedarnos en casa. Es lo que marcan las autoridades, para que podamos frenar este virus y que la pandemia tenga el menor impacto posible. Criticamos con dureza a los que violan esta norma básica y nos alegramos de que haya sanciones a los que no acatan los dictados. ¡Qué buena sensación, estando en el sofá de casa, sentirnos que somos tan responsables y buenos ciudadanos por no hacer nada!
Pero hay otra cara de todo esto.
Los que tenían tan pocos recursos que dependían de otros, ahora están peor. En Andalucía soy co-propietario de una empresa de comida para llevar. Hemos comenzado la donación al comedor social de la ciudad porque, según nos comentan las fuentes institucionales, literalmente “la gente dona menos que nunca”.
Quienes llevaban unas bolsas de comida hace semanas, hoy no llevan nada. No hay suficientes alimentos para poder arrancar recetas básicas.
Las despensas de muchas casas que nunca llegarán a tener verdadera necesidad están repletas de comida, pero hay comedores como al que nosotros donamos, que ni siquiera dan platos de comida caliente. ¡Solo ofrecen comida fría! Es decir, bocadillos.
¿Te imaginas alimentar a tu niño únicamente con bocadillos? ¿Eres capaz de ponerte en la situación de no poder comer comida caliente mientras dure todo esto? ¿Cómo deben vernos, en nuestro sofá de casa con todo plagado de comida guardada, esas personas que ahora ni siquiera pueden comer caliente?
Esto una realidad. La hipocresía humana es una realidad, así como la capacidad para ver solo lo que nos hace sentir bien. La comida que nosotros llevamos cada día será entregada a familias con niños, para que puedan comer algo caliente mientras dure el confinamiento. Mientras prefiramos tener las despensas llenas. Mientras seamos más egoístas que nunca creyéndonos responsables y solidarios.